Aún hoy día, cuando todavía parece inconcebible o inaceptable por una comedida parte de la sociedad, el ejercicio de la profesión en lupanares o mancebías sigue su curso gracias a la solicitud ingente que el demandante (generalmente masculino) presenta.
Y es que si, originalmente, o en sus primeras acepciones, aquellas “flores” eran el regalo ...al extranjero, al forastero que llegaba al lugar, hoy día son estos los que han tergiversado el concepto original del favor, del regalo,…
Es de extrañar, en la actualidad, la convergencia de placer y la gratificación, pero “la más antigua de las profesiones” tuvo un origen muy distinto al conocido, siendo promocionado y cuidado por la política y religión de muchas sociedades clásicas, siendo Atenas en el S.VI a C. la precursora del espacio destinado al ejercicio de felatoras (expertas en felación) y otro tipo de favores, ya a cambio de irrisorias cantidades de dinero.
Flores del Lupanar es un enaltecimiento a una profesión vieja, antigua, incluso de culto (se ha demostrado), y que recoge no solo a la mujer como objeto de placer o goce, sino al hombre, al niño, incluso al animal, y es que también biológicamente se han descubierto formas de prostitución en otras especies animales, por tanto hablamos de una profesión inherente a la vida. Al igual que profesiones básicas y esenciales para el desarrollo de una sociedad es ésta una más, ligada ya no solo al placer ajeno sino más bien a la capacidad de subsistir personalmente.
La vieja madame de la mancebía representa de forma alegórica y simbólica la labor mal vista, el sacrificio, el mercado, el goce, la historia de la oferta y la demanda, la necesidad vital, el extremo,… representa algo intrínseco en los seres vivos que hemos olvidado, en el caso del ser humano por preceptos sobretodo de índole religiosa que nos hacían creer en la afinidad del sexo y la concepción como algo único e indiviso, y hemos creado todo un concepto de repulsión entorno a una profesión que se hace hueco con velo oscuro en el difícil y enrevesado orden social, donde la clandestinidad ha generado un azote al profesional del sector, controlados en su mayor medida por mafias y otras redes ocultas de tráfico y manipulación de seres humanos, y que tristemente traen como único fin la destrucción social, personal y la marginalidad…
(A María Magdalena)
Emilio Fornieles Rodríguez
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